Hacia mediados del II milenio
a.C. se configuró y se estructuró una nueva civilización, la Creto–Micénica o
minoico micénica, ecléctica y bipolar, que surge, por una parte, del elemento
mediterráneo original de los egeos minoicos y, por otra, de la primera oleada
de pueblos indoeuropeos establecidos en la Argólida (Peloponeso), los
Micénicos. De la fusión, integración y metamorfosis de las dos culturas, surgió
una nueva realidad más refinada, compleja y poli funcional, una unidad de
ambas, que sin duda, se enriqueció con un continuo flujo de relaciones con el
oriente próximo.
Formada a partir de estrictas
sociedades jerárquicas, militarizadas y en un ambiente palacial, su área de
influencia fue el Egeo, Europa y el Mediterráneo oriental, pero también gracias
a los avances arqueológicos, se comprobaron su presencia en la zona del
levante.
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